Hace tanto tiempo que hay que bucear bastante para hallar un Día del Trabajo que efectivamente se haya podido festejar. Los cambios permanentes en la economía, una inflación crónica que corroe el bolsillo, la pérdida de poder adquisitivo, la precariedad laboral, el trabajo en negro que supera el 50 por ciento o más de los trabajadores en actividad, una canasta de alimentos básica que se fue por las nubes, hacen un combo que impacta directamente en los trabajadores y le dan un tinte gris a la fecha.

Pasan los gobiernos, pasan los ministros y el trabajador siempre en el mismo lugar "el último orejón del tarro" diría una abuela.

Un trabajo elaborado por un ente oficial de la CABA hace un cuarto de siglo señalaba "La situación crítica del mercado de trabajo en Argentina trasciende el campo económico

y suscita debates y controversias sobre cambios sociales y culturales más amplios. Las

dificultades para transformar el trabajo en empleo, y éste en empleos bien remunerados,

estables y protegidos se traducen, en términos de los conceptos que describen el

mercado de trabajo, como diversas formas de desocupación, subempleo e inestabilidad

en la inserción ocupacional". Esto fue hace 25 años, ¿cambio algo?, claro que no, se profundizó. No obstante y como no hay mal que dure 100 años (a este le falta poco), hacemos votos para que el Altísimo ilumine a nuestros gobernantes y permite que elaboren leyes y gobiernen de cara a los trabajadores, y no de espaldas como hasta ahora.