Ricardo Díaz (78) quien fuera diestro en el amanse de los pingos, hoy se encuentra en sillas de ruedas y con dificultades para oir, lo que no impidió que hiciese un relato de su interesante vida que lo llevó a trabajar en distintas estancias de la zona incluso a ganar un concurso en Palermo con su virtud de manejar los caballos.

Acompañado de su esposa Alejandra, sus amigos Miguel Ramos (fue su ayudante), Abel Villarruel, Juan José Labayén más la presencia de Tiago Nuñez, de 6 años nieto de Ramos y futuro domador según dicen, aunque por ahora le gusta más la pesca, Díaz se prestó al dialogo con El Fénix.

Como abriendo un libro fue abriendo páginas de su memoria, algunas dispersas, otras ordenadas.

Comienza relatando que sus comienzos fueron amansando petizos en la estancia La Helena de Gutiérrez donde su padre trabajó por espacio de 15 años "comencé agarrando los petisitos potros, por aquel tiempo Martín, Alejandro, Miguel (Gutiérrez) eran chicos y los llevaba enancados. Pasó el tiempo y luego de venir de otro trabajo en la costa, me llamaron nuevamente para acomodar una tropilla de petisos de polo, les contesté que venía "muy cansado", pero igual "empecé con la doma de los petizos, después le agarré a un tal Fani que tenía campo frente a lo Inchausty".

Su memoria lo lleva a la estancia "Santa Elena" de Ayerza donde trabajaba un tío que le fue enseñando el oficio, siempre respetando al animal sin golpear. Un día me pidió que le mostrara lo que estaba haciendo con la tropilla, miró, revisó, pero nunca me dijo "está bien".

Añade que siempre tuvo "pasión por los caballos" y afirmó que si a ese anhelo uno no lo lleva dentro "no se pueden domar porque el animal no lo quiere, hay que llevarlo adentro" remarcó.

Su relación con "Santa Elena" se extendió hasta el año 1974 (incluida la relación con 8 mayordomos), cuando llevó a Palermo la tropilla que trajeron de "Troncadero" otras de las estancias de la firma. Eran todos de colmillo cruzado y malos, parece que venían de varias manos, de "tres" certifica Miguel Ramos quien sostuvo que en esa ocasión agarraron una tropilla de 22 yeguarizos de los cuales 20 fueron a Palermo "había de andar, de salto y trote inglés". Asiente Díaz y en el mismo sentido indica que las pruebas de riendas en el predio palermitano no son como las que habitualmente se ven en Juárez y la zona, sino muy estrictas en cuanto a los ejercicios que tiene que hacer el caballo y el jinete donde por cada maniobra se otorgan puntos y se toma en segundos la tardanza en ejecutar el ejercicio.

En otra de las tantas anécdotas, Díaz destaca que también trabajó como peón en los remates ferias de la firma Labayén a los que destacó como "buenos pagadores" del día de trabajo.

Las espuelas del vareador de los caballos de Perón

Una de las anécdotas más interesante de Díaz hace mención a un par de espuelas que tienen su historia. En una de sus incursiones por Palermo, donde llevó dos caballos, un dorado y un colorado. Las espuelas que mostramos en la gráfica, las regaló un tal Serventti que era jurado y había sido vareador de los caballos del Gral. Perón "si alguien no cree lo que digo, que venga y hable conmigo" dijo y a agregó que un par de espuelas, las mochas, era las que usaba para varear el célebre "pintado" de Perón con el cual aparece en las fotos tradicionales. Con él se quedó como dos semanas y cuando le preguntamos porque se las había obsequiado, dijo "para que las tuviera de recuerdo". La quinta donde tenían los caballos del "general" que vareaba Serventti, estaba ubicada en Quilmes, lugar donde un tiempo estuvo la vieja cervecería "solíamos ir hasta allá a caballo. Quiso que me quedara allá pero no acepte. Durante los días que estuve, mi caballo dormía en uno de los boxes de Perón, todo puro bronce, no sé si estará el lugar todavía" evoca Díaz y no deja pasar la oportunidad de resaltar la habilidad del vareador para que el caballo respondiera a sus órdenes nada más que con la palabra y además, como sabía que Díaz además montaba en las domas le recriminó que usara espuelas "no te ofendas Ricardo, pero si vos querés al caballo no lo subas con espuelas"

Se agregan a la charla Juan José Labayén y Abel Villarruel para destacar a Ricardo Díaz como un hombre de trabajo y apasionado por los caballos, algo que nuestro entrevistado dejó claro en la charla que mantuvimos en su vivienda de la calle Yatasto donde nos hizo recorrer una página de su rica historia.

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