Después de mi columna de la semana pasada, algo quedó resonando en mí: una historia en particular, la de la iglesia abandonada de Clophill. La curiosidad pudo más, y no me alcanzó con investigar fuentes y leer relatos. Decidí ir personalmente a descubrir qué se siente estar allí.

Clophill es un pequeño pueblo del condado de Bedfordshire, Inglaterra, ubicado a orillas del río Flit. Su nombre figura ya en el Libro Domesday de 1086, y se cree que proviene del inglés antiguo clop, es decir, "tocón de árbol". Hoy viven allí unas 2.500 personas y conserva una identidad rural y tranquila.

Sin embargo, entre la serenidad de la campiña, se alzan las ruinas de la antigua iglesia de St. Mary's. Abandonada desde hace décadas, se dice que es uno de los sitios más embrujados del condado. Mi objetivo era comprobar qué hay de cierto en eso.

Desde el primer momento, algo fue distinto. Apenas puse un pie en el terreno donde se elevan las ruinas, sentí un fuerte dolor de cabeza, como si una presión invisible se instalara en mi frente para impedirme avanzar. A medida que me acercaba, las náuseas se hicieron presentes, y al ingresar a la nave principal, un olor desagradable surgió de la nada. El día estaba soleado, pero al apoyar mi mano en una de las piedras del muro central, sentí una frialdad inusual que me erizó la piel. Como Máster en Reiki y por naturaleza, tengo una sensibilidad especial para captar energías, y lo que percibí allí no fue maligno, pero sí denso, antiguo, profundamente inquietante.

La historia del lugar no ayuda a disipar esa sensación. En los años 60, el sitio fue foco de vandalismo, profanaciones de tumbas y rituales nocturnos. Uno de los episodios más comentados ocurrió en 1963, cuando se hallaron restos humanos dispuestos en un extraño patrón. Aunque el misterio nunca se resolvió, la prensa nacional bautizó a St. Mary's como "la iglesia embrujada".

Un dato curioso es que la iglesia no está orientada hacia el este, como la mayoría, sino hacia el oeste, una rareza que algunos interpretan simbólicamente como una "apertura hacia lo oscuro". Esto alimentó aún más las leyendas. Se habla de un monje encapuchado, de la figura femenina de Sophie -cuyo nombre coincide con una tumba hallada en el lugar-, e incluso de dos soldados de la Primera Guerra Mundial, George y William, cuya amistad habría perdurado más allá de la muerte.

También hay relatos sobre el reverendo Lewis Barker, quien fue rector en tiempos difíciles. Sufrió tragedias personales y llegó a creer que había sido maldecido. Se dice que intentó proteger ciertos restos humanos escondiéndolos, y que aún después de dejar Clophill, lo siguieron señales extrañas. Una mañana encontró fuera de su casa piedras ceremoniales quemadas. Para entonces, aún guardaba en el maletero de su coche los huesos de una mujer cuya tumba había sido profanada repetidamente.

Hoy la iglesia solo puede visitarse de día y el acceso nocturno está restringido. Pero, aunque las cámaras de seguridad protejan el lugar, nada parece borrar del todo su historia.

Desde ese día, algo en mí cambió. No podría explicarlo con precisión, pero fue como si una parte de la energía del lugar se hubiese quedado conmigo... o me hubiese seguido. No sentí miedo, pero sí una presencia suave y persistente, como la sombra de una mirada que no se ve, pero se siente.

No traje piedras, ni flores del lugar. Pero traje algo. Algo que se metió entre mis pensamientos y, desde entonces, me acompaña en silencio. A veces, cuando todo está quieto y cae la noche, vuelvo a sentir ese mismo escalofrío.

Y aunque no lo veo, sé que no regresé sola.