Cultura
Por: Florencia Menna
17 de diciembre de 2025 08:43:00
Uno
de los grandes protagonistas de la Navidad es, sin dudas, el servicio postal.
Muchas personas conservan la costumbre de enviar tarjetas navideñas, esas que
suelen comprarse en packs que ofrecen las ONG locales a precios accesibles y
que, al mismo tiempo, colaboran con una buena causa.
Les
comparto un dato curioso que tuve que leer dos veces para asegurarme de haber
entendido bien la cifra: en el Reino Unido se envían anualmente alrededor de un
billón de tarjetas navideñas, y Royal Mail estima que
entrega cerca de 150 millones de ellas. Tal vez por eso muchas personas
preparan sus envíos con meses de anticipación, compran las estampillas con
tiempo y luego depositan las tarjetas -sin hacer eternas filas en el correo- en
el buzón más cercano a su domicilio.
Y
acá comienza mi historia...
Lo
que voy a contar ocurrió una tarde muy fría de diciembre de 2022. Yo regresaba
de trabajar en Amazon, ya en la sucursal local, y apenas bajé del bus vi a un
hombre muy mayor, de unos noventa años. Era diminuto, caminaba con extrema
lentitud, apoyado en su bastón, y parecía decidido a cruzar una de las calles
más rápidas y congestionadas a esa hora: la salida de la escuela y del trabajo
de la mayoría.
Esa
calle -la misma- describe una especie de curva que rodea por detrás la iglesia
St Paul. Si uno viene desde la peatonal, como venía este buen hombre, es
imposible adivinar si se aproximan autos: no se los ve. Y cuando se llega a la
mitad de la calzada, aparecen de golpe, a gran velocidad. No hay paso de cebra
ni señalización alguna; hay que caminar media cuadra más para llegar al
semáforo que permite cruzar sin riesgo.
Vi
cómo este hombre se empeñaba en avanzar por el tramo peligroso y cómo, casi
milagrosamente, los autos lograban esquivarlo. Al presenciar esa escena, yo,
que llevaba puesto mi camperón naranja con cintas reflectantes, no lo pensé ni
un segundo y decidí ayudarlo a cruzar.
Los
conductores, al verme con ese color tan visible, comenzaron a disminuir la
velocidad. Cuando alcé la mano para indicarles que se detuvieran,
respetuosamente lo hicieron.
Me
acerqué al hombre, encorvado y frágil, y le expliqué que estaba allí para
ayudarlo. Le ofrecí mi brazo para que se sostuviera y pudiéramos cruzar con
mayor cuidado. Pero al llegar justo a la mitad del camino, suspiró
profundamente, alzó la cabeza como pudo y me miró. Me dijo que no podía seguir.
Su
mirada vidriosa, con esos ojos casi transparentes que me recordaron a los de mi
abuelo, me enterneció aún más. No pude evitar emocionarme.
Alcé
la vista y noté que no solo los conductores observaban la escena: también se
había formado un pequeño público en la explanada.
Volví
a mirarlo y le pregunté por qué, en un principio, había intentado cruzar de esa
forma. Con el mismo movimiento parsimonioso, sacó del bolsillo izquierdo de su
abrigo un atado de pequeños sobres con estampillas y señaló con su bastón el
buzón dorado -el único de ese color en Bedford-. En ese instante, lo entendí
todo.
Su
objetivo era simplemente depositar esas tarjetas navideñas destinadas a
familiares y amigos.
Entonces
me pidió si podía hacerlo yo en su lugar. Asentí sin dudar. Lo acompañé
nuevamente hasta la vereda de donde había venido y, con un apretón en mi brazo
y una sonrisa, me agradeció.
Crucé
la calle, deposité los sobres en el buzón y lo saludé desde allí, con la mano
en alto. Los autos retomaron su marcha y algunos conductores tocaron bocina y
levantaron la mano. El grupo de personas que había estado observando comenzó a
aplaudir y a felicitarme por lo que llamaron una gran hazaña, una pequeña obra
de bien.
Seguí
mi camino con el corazón lleno, con esa emoción tibia que no hace ruido, pero
acompaña durante días. Pensé en ese hombre, en sus sobres, tratando de adivinar
quienes serían sus destinatarios, y entendí que la Navidad también vive en esos
gestos silenciosos que no salen en ninguna foto. Pequeños actos que no cambian
el mundo, pero sí el día de alguien. Y a veces, eso es más que suficiente.
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Falleció en Benito Juárez, a los 66 años el 11 de diciembre de 2025 Sus restos serán inhumados el día 11 de diciembre, previo oficio religioso en la Capilla Ardiente a la hora 15:00. Hogar de duelo: Mariano Moreno 190 Velatorio: Falucho 75 Servicios Sociales Coop. de Consumo de Electricidad de Juárez Ltda.
Falleció en Benito Juárez a los 86 años, el 11 de diciembre de 2025 Sus restos serán inhumados el día 11 de diciembre en la necrópolis local, previo oficio religioso en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen a la hora 16:30. Hogar de duelo: Saavedra 328 Velatorio: Falucho 75 Servicios Sociales Coop. de Consumo de Electricidad de Juárez Ltda.
FALLECIO EN B JUAREZ EL DIA 06/12/2025. EDAD: 82 AÑOS. SEPELIO: EL DIA 06/12/2025 A LAS 11:00 HS. VELATORIO: FALUCHO 75. RESPONSO: CAPILLA ARDIENTE. HOGAR DE DUELO: ESTACION LOPEZ
FALLECIO EN B JUAREZ EL DIA 05/12/2025. EDAD: 83 AÑOS. SEPELIO: EL DIA 06/12/2025 A LAS 10:00 HS. VELATORIO: FALUCHO 75. RESPONSO: CAPILLA ARDIENTE. HOGAR DE DUELO: CHILE 179.
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