En primera persona
"Creo que soy yo quien ha cambiado; es la solución más simple. También la más desagradable. Pero debo reconocer que estoy sujeto a estas súbitas transformaciones. Lo que pasa es que rara vez pienso; entonces sin darme cuenta, se acumula en mí una multitud de pequeñas metamorfosis, y un buen día se produce una verdadera revolución. Es lo que ha dado a mi vida este aspecto desconcertante, incoherente".
10 de octubre de 2021 01:10:00
Por Jose Maria Iarusi
Esta nota comienza
con un párrafo de la segunda página del libro
"La naúsea" de Jean Paul Sartre y creo que es un poco lo que me ha
pasado en mayor o menor grado después de la pandemia que en Argentina parece
haber terminado por decreto.
En esa novela se
narran las desventuras de un joven que percibe el mundo como algo absurdo. La
novela escrita en 1926 y publicada en 1938 es un grito del existencialismo más
puro. Mientras el realismo literario intentaba mostrar como una foto la
realidad circundante, no podía ocultar en sus historias, algunas conductas
humanas propias del absurdo más absoluto. En primeros años del siglo XX, los
vanguardistas comienzan a deformar la realidad, mostrarla de otra manera. Las
metáforas comienzan a ganar terreno y las obras artísticas intentan
advertirnos, que quizás, el mundo no es tal como lo vemos.
Atado a una cultura
visual que irá ganando terreno, el mundo ideal se fue convirtiendo en un
producto cada vez más inalcanzable, casi como esos caros productos que ofrece
la publicidad. El poder político y económico nos convirtió poco a poco en meros
consumidores, amantes de objetos, gozadores de penes de plástico y muñecas
inflables. Aquella realidad del joven Antoine Roquentin en la novela de Sartre,
no deja de perseguirme cuando veo discutir cuestiones intrascendentes a los
hombres del poder, esos que de alguna u otra manera, en forma directa o
indirecta rigen nuestras vidas.
En ese formato de
diario en que está propuesta la novela, el personaje se pregunta un Lunes, 29
de enero de 1932: "¿Me despertaré dentro
de algunos meses, dentro de algunos años, roto, decepcionado, en medio de
nuevas ruinas? Quisiera ver claro en mí antes de que sea demasiado tarde".
Y no puedo dejar de pensar todo lo que rompió esta pandemia. Casi como esa
naúsea que persigue al personaje ante un mundo que no entiende y que le resulta
muy irracional, la pandemia actúo sobre mí de la misma manera.
El poder político y
económico de todo el mundo mostró su lado más terrible, aunque ya lo sabíamos y
las ocupaciones en las que estamos insertos a diario para seguir perteneciendo
a este mundo, nos convierta en distraídos seriales. El estado de una naúsea que nunca llega a
vomito es terrible. Es como una angustia permanente que se apoderó de nuestras
almas y que nos lleva a un estado de letargo. Regresar a los horarios y las
obligaciones parece una tortura, porque quizás, han sido eso siempre.
El 30 de enero el
personaje de la novela comenta en su diario, "los objetos no deberían tocar,
puesto que no viven. Uno los usa, los pone en su sitio, vive entre ellos; son
útiles, nada más. Y a mí me tocan; es insoportable. Tengo miedo de entrar en
contacto con ellos como si fueran animales vivos". Y aquella realidad del otro
siglo planteada en esta gran obra existencialista es una premonición de lo que
me pasa. Lo inanimado gana terreno. Es mejor un perro robot que no come, ni se
enferma, ni se muere que una de verdad que maúlla o ladra para salir a las 6 de
la mañana buscando hacer un poco de pis. La virtualidad vendida como
herramienta en esta pandemia para la educación, el trabajo y el encuentro
familiar es el mejor chip colocado en nuestro cerebro para alcanzar ese letargo
armado tal vez por un negocio virtual o un home banking que desnaturalice poco
a poco la existencia real de una moneda que ya poco sirve.
Mientras escribo
estos párrafos hay una sensación de naúsea. Una especie de tristeza que me
visita algunos días. Recuerdo otro pasaje de la novela cuando el protagonista
dice, "ahora, en todas partes hay cosas
como este vaso de cerveza, aquí, sobre la mesa. Cuando lo veo me dan ganas de
decir: pido, no juego más". Y
pienso en todos con los que he charlado en estos casi dos años de pandemia y
que como en un largo juego infantil que nunca termina, repiten a diario "pido, no juego más".
Mañana será otro
día. Y yo estaré de vuelta con esas pilas intermitentes de la vida para seguir
proyectando, para pensar que siempre hay algo adelante por lo que vale la pena
caminar aún en un mundo absurdo como este. Las libertades son pequeños oasis
donde refugiarnos de las obligaciones que a diario crecen en nuestras vidas.
Permítanme hoy sentir esto. Permítanme hoy sentirme un poco Antoine Roquentin.
Quizás, escribir sea la solución a la naúsea. Quizás escribir es poder llegar
al vómito de las angustias más terribles y existenciales que el humano debe
transitar.
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FalIeció en Benito Juárez, a los 90 años el 15 de Abril de 2024. Chinina ...último baluarte del hermoso grupo barrial Los Comechingones de Avda. Brown entre Antártida Argentina y Alberdi. Deja huella, como todos los otros integrantes que se le adelantaron en el camino...Oradora oficial del grupo, ya que sabía, como buena docente, aportarle arte y amor a cada narrativa que le tocaba expresar. Abrió camino y nos dejó su aporte para el buen vivir Gracias MAMI del barrio...Te vamos a extrañar...Todos elevamos una oración por vos y abrazamos a tu gran familia en este dolor.
Falleció en B. Juárez, a la edad de 68 años, el 15 de abril de 2024. Sus restos fueron inhumados en la necrópolis local el día 16 de abril, a la hora 17:00, previo oficio religioso en la Capilla Ardiente. Velatorio: Falucho 75 - Tel.452068 Casa de duelo: Rubén Darío s / n. Servicios Sociales Coop. de Consumo de Electricidad de Juárez Ltda.
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