.Afiliado desde su juventud, integrante de comisiones directivas, su pasión por el radicalismo no tenía límites, eso sí, también era un duro adversario en las internas. Raúl Alfonsín fue su ídolo. Calentón como buen gringo, su rostro serio y adusto no reflejaban su verdadera personalidad, amiguero, de chistes filosos y fanático de la quiniela, alguna vez la suerte le tendió una manito cuando más lo necesitaba. Su quiosco, era su vida. Cuando por alguna razón tenía que cerrar, ver las persianas bajas motivaba la pregunta ¿Qué pasa que Pocho tiene cerrado?, tal la costumbre de verlo en la puerta saludando o en los últimos tiempos sentado escuchando la radio para ver qué número había salido en la matutina o la vespertina.

Incorporado al inventario popular y en especial a la avenida principal, con el tiempo se fue convirtiendo en un patrimonio, una historia viviente que tuvo la fortuna de vivir entre dos siglos. Su fuerte carácter, su personalidad y su ideología le generaron algunas antipatías, pero eso no lo amilanó nunca, siguió su derrotero como el capitán del barco que sabe por dónde navegar y no suelta el timón ni en la más brava de las tempestades. En los últimos tiempos, el paso de los años y algunos achaques fueron minando sus energías, se lo veía caminar lento "como perdonando el viento" diría Piero, pero sin abandonar sus pasiones, hasta que su corazón dijo basta y partió a la eternidad. Se fue "Pocho", su bandoneón guardado y en silencio. Un día gris y una avenida Libertad casi desierta, le dieron el último adiós al mítico quiosquero.