¡No puedo creer que haya pasado un año desde aquella idea que surgió después de mi viaje de peregrinaje a Irlanda!

Así es, querido/a lector/a: han sido cincuenta y dos ediciones -para ser exacta- de esta columna.

Seguramente algunas gustaron más, otras menos. Quizás te hicieron viajar a través de los sentidos; otras veces, refugiarte en las palabras y en lo que estas transmitían.

Sensaciones, efectos, afectos, alegrías, tristezas, entretenimiento... En fin, cada una de las historias que conté aquí nació de experiencias vividas y fue transmitida con el mayor número de detalles, para que llegara a vos como si estuvieras allí, en primera persona, viviéndolo.

Lo que más destaco es la llegada que tuvo y, sobre todo, la espera del miércoles para conocer el tema de la semana. Que me manden la foto de la columna en papel -a la que, desde acá, no tengo acceso-, ¡eso fue hermoso! Que me pidan el enlace para compartirlo en grupos de familia, con amigos o compañeros de trabajo... eso no tiene precio.

No voy a hacer como suelen hacer a fin de año o cuando termina una telenovela (sí, me quedé décadas atrás, ya saben que soy de la vieja escuela, como dicen), cuando mostraban un compilado de los mejores capítulos o momentos. Quédese tranquilo/a, que no voy a hacer eso... porque, en verdad, lo detestaba.

Solo quiero contarles que esta columna me llenó de satisfacciones. Y, aunque hubo días en los que mi estado de ánimo no me acompañaba, le echaba ganas (como suelen decir en México), porque sabía que la estarían esperando y no podía fallarles.

Además de servirme para explorar otro estilo de escritura y mejorar la calidad de mis textos, por momentos hasta podría decir que fue una catarsis. No sé si ustedes saben que escribir -entre muchos otros beneficios- es uno de los mecanismos para afrontar la ansiedad, el estrés y la depresión. Por eso digo lo de la catarsis: porque al revivir esos momentos, con los detalles y los sentidos, muchas veces afloraron emociones que el día a día deja dormidas.

Hablando de eso, hoy quiero contarles que di mi caminata por el parque, que está comenzando su transición de los verdes a los ocres, anaranjados y rojizos. Una verdadera belleza para apreciar con plena atención. Después de esa caminata y una hora de lectura allí, regresé a casa para asistir a un taller online que propone la pintura como herramienta para mejorar la salud mental (sí, los mismos temas que mencioné antes).

Era mi primera clase, y no sabía cómo sería. De pronto me encontré frente a la pantalla, con la tutora y cuatro mujeres más, y nos pidió que sacáramos los materiales para comenzar. Me quedé absorta: no tenía idea de que pintaríamos en vivo. Pensé que primero nos enseñaría técnicas y, con el tiempo, las iríamos aplicando. Así que fui prácticamente corriendo en busca de mis acuarelas y pinceles... y todas comenzamos a crear.

La idea era dejarnos llevar, permitir que la mano guiara el lápiz o el pincel, y plasmar lo que sentíamos por dentro en una obra de arte. Admito que nunca fue mi fuerte la acuarela, pero le estoy tomando gusto y, con el tiempo, quiero mejorar la técnica para hacer un lindo cuadro que colocaré sobre la chimenea de la sala de mi futura casa estilo campestre. ¿Qué les parece? ¿A que sí podré hacerlo?

Cuestión que conocí personas hermosas, compartimos nuestras obras al terminar la clase y me sentí plena al saber que estaba haciendo algo diferente, que me hace bien y que, además, puedo compartirlo con los demás.

Como verán, no pude con mi ingenio y terminé compartiendo una historia más.

Hoy me quedo con esta frase que plasmé en una de mis creaciones: Be Yourself! (¡Se tú mismo/a!)

Porque esta semana sentí, después de mucho tiempo, que volví a ser yo: la auténtica, la que estaba un poco dormida, escondida entre las rutinas.

No sé si esta será la última historia o el comienzo de algo nuevo...

pero sé que, mientras haya palabras, siempre habrá algo que contar. ?